‘La dignidad y el Estado’. Artículo de opinión en el Día de la Discapacidad

‘La dignidad y el Estado’. Artículo de opinión en el Día de la Discapacidad

 

Texto extraído del Diario de León:

JUAN JOSÉ GARCÍA MARCOS. PRESIDENTE DE HONOR DE ASPACE 

Mañana es el Día de las Personas con Discapacidad. Creo que el hombre es algo más que una mera estructura corporal, a veces desordenada sobre una silla de ruedas, porque existe un orden superior que transciende la pura corteza superficial y efímera, sustentado en la solidez del entramado de valores que emanan de la dignidad humana.

Dignidad humana que nuestra Constitución proclama «fundamento del orden político y de la paz social» (art. 10) en un «Estado social y democrático» (art. 1) y la precisa, entre otros, como derecho a la libertad e igualdad real y efectiva (art. 9) y a la previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos (art. 49), con apoyo en la indispensable solidaridad colectiva. (art. 45). Este testimonio constitucional de la dignidad humana resulta fortalecido, en un marco estrictamente moral, por los principios de las propias creencias religiosas, representadas para muchos en un crucifijo. («La religión sin la ciencia es ciega y la ciencia sin la religión también», Albert Einstein).

Este ordenamiento superior así configurado es la razón más poderosa que mantiene el equilibrio social, como un puzzle universal en el que todas sus piezas somos igualmente necesarias para asegurar la convivencia pacífica entre todos los hombres y los pueblos, sin lugar a desconsideraciones discriminatorias en el trato, ni a la calificación de personas como defectuosas por causas naturales. Pues resulta que los así catalogados como discapacitados realizan la función esencial de contribuir meritoriamente a la convivencia: están aquí para ayudarnos a ser mejores, pues nosotros «los perfectos» desarrollamos nuestra humanidad en plenitud en la ayuda solidaria a los más necesitados, de acuerdo con el dicho que proclama «el que no vive para servir no sirve para vivir».

Sin embargo la realidad demuestra que vivimos en un mundo extraviado en la espesura de una niebla deformadora de la razón y apoyados en motivos inconfesables de simple miseria humana, disfrazados en proclamas demagógicas de pura bisutería intelectual. Este descarrío tan generalizado también se muestra en la falta de atención debida a los necesitados, señalada a veces con caracteres destacados por contraste y consecuencia del barrizal apestoso de las corrupciones públicas en el que se manifiesta.

Estas consideraciones conducen a concluir que el servicio a los más necesitados es el principio fundamental que justifica la existencia del poder público y legitima el ejercicio de sus funciones y que, por ello, cuantas de sus acciones se separen de esta razón de ser podrán considerarse contravenciones de su propia causa.

El grado de atención a las personas con diferente capacidad es el mejor parámetro para medir la modernidad o decadencia de un país, la legitimidad o depravación de un Estado y la dignidad o indignidad de sus gobernantes.

Aspace-León, por todo ello, ha consagrado su quehacer a la dignidad humana a la que considera el fundamento vital de su existencia, la fuerza más poderosa de sus demandas y el único principio que marca la estrategia de su esfuerzo. La comprensión social y el amor que Aspace recibe de sus «chicos», como recompensa, es su más preciado patrimonio, su mayor orgullo y lo único que justifica la tortura de soportar la servidumbre de sus silencios.